Los
indios se han sublevado. La sangre en ebullición de protesta zumba del
corazón al puño y del puño sale hasta los gamonales. La rebelión del
alarido, con su sonido ronco y pausado, está reuniendo a rodos los indios, que
brotan como hormigas de la tierra al llamado del indio el sonido es
tétrico, aullador, desesperante. Tiembla el corazón, los nervios
adquieren la tensión del pensamiento. Luego se calmarán con la sangre
caliente que brotará de bocas y pechos. Después del combate contra el terrateniente, los indios saciarán su hambre
basta el hartazgo; ese hambre de días, de semanas, de meses, de años, de
siglos, porque ya no claman los indios son el hambre y la humillación quienes claman.
El hambre, el hambre, el hambre.
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