Al norte de Bolivia varias de las escenas que
tan admirablemente describe Icaza. Se puede decir, a fe de honrado, que todo es auténtico
real, vivido. Esos pasajes donde las hijas de quince años
abandonan los hogares indios para calmar su hambre y el hambre de sus hermanitos en los
prostíbulos de las ciudades, son auténticos. Allá se entregan doblegadas
por el hambre que las ha ganado, no ya a la furia y el látigo del
terrateniente, sino a la furia sexual y al furor de los hijos de los latifundistas.
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